La esquina de Beechnut y Boone, al suroeste de Houston, Texas ,es la esquina de las palomas, que están en franca minoría en el resto de la ciudad si las comparamos con la población de cuervos. En el primer cable del tendido electrico se posan ,una al lado de la otra ,las palomas adultas, casi todas mirando en la misma dirección, en el segundo cable se posan las más jovenes que aún no pueden competir con las mayores por el cable de mejor vista aérea y en el tercero se posa algún que otro cuervo extraviado o pájaros de  diversas especies. Las palomas, como los humanos, se reúnen con sus iguales y han reclamado ésta esquina como suya, la única en la ciudad en donde son mayoría, se podría decir que es el barrio palomar.

En Houston hay complejos de apartamentos en donde la inmensa mayoría son hispanos, o chinos, o vietnamitas o hindúes o negros. Y cuando nos encontramos viviendo en un lugar en que la mayoría pertenece a otro grupo, nos miramos con disgusto, rechazándonos unos a otros nada más que por nuestra raza. Y acabamos mudándonos a un lugar en que la mayoría se nos parezca, haciendo así la segregación voluntaria más y más profunda.

Como las palomas.

Pero cuando los ricos escogen un lugar para vivir no les importa la raza de sus vecinos, solo si se igualan a ellos en el estatus social. La riqueza convierte a los humanos en verdaderos iguales, y alla van, maravillosamente bien llevados, los príncipes arabes a reunirse con el rapero negro del momento, o con la actriz de moda hispana o el inversor japonés, o el rubio americano dueño de un banco.

Son todos iguales: ricos. Se pierde la raza, se pierde el color, se pierde la nacionalidad y el dinero los hace a todos iguales.

Que maravillosa comunidad la de los ricos que destruye las barreras de raza. Y establece una nueva barrera, la del dinero. Son ellos contra el mundo.

Palomas contra cuervos.