Si pudiera protegernos
si pudiera tender una sábana
sobre todas éstas historias.
Me gusta pensar que a mis huesos
no sólo les queda la inercia
la terquedad de salir al mundo
sin sangre visible
y que podría hallar a la vuelta de la cama
tus puertas cantándole a mi sexo emigrante.
Me gusta ofrecerte la calma de mi espalda
pensar no vendrá la muerte
de tos seca
a quebrar mi salud
de no estar abonada a la tristeza.
Si el querer decir creciera hasta el yo digo
y olvidara el oficio de derrumbarse….
Estoy cansada
de custodiar al último corazón.
Cuando termine de escribir
me sentaré
a beber un café tibio
sin nubes.
Este poemita lo rescaté, con algunas variaciones, del baúl de los recuerdos, inspirada por el blog sobre la presencia de el café en la literatura cubana, de Ade (Mi Librería).