Ahora que estoy de descanso obligatorio en la casa, he retomado un hábito fantástico, se podría decir que es uno de los mejores inventos de los españoles, la siesta.
A mí, que normalmente duermo por las noches de 3 a 4 horas seguidas y después me dedico a fumar, leer, ir al baño, dormir un ratico, fumar, leer e ir al baño y dormir otro ratico hasta que sea la hora de levantarse por fin, esto de la siesta me fascina.
Duermo profundamente y tengo sueños felices, como el de hoy, en el que nos perseguían unos tiburones.
El sueño empezaba en que un hombre y yo, en una extraña embarcación, parecida a un kayak, pero con la diferencia de que los pies nos colgaban dentro del agua por unos agujeros en el suelo, entramos remando en una habitación de unos 30 metros por 30 y con una profundidad de agua de como 10 metros o más, el agua era oscura y se suponía que estábamos allí , bueno, no recuerdo bien por qué estábamos allí, el caso es que se suponía que era seguro, pero nada más entrar, veo unas aletas que se deslizan en al agua a unos 15 metros a mi izquierda, le grito al hombre para que los vea y empiezo a agitar frenéticamente las piernas dentro del agua, para ver si nos pegábamos a la próxima pared y alcanzábamos la puerta de salida, el hombre los mira con toda calma y me dice: -No muevas los pies, que es peor, además ellos sólo atacan por la espalda-, con lo cual , enloquecida, giré el cuello casi 180 grados a ver si ya había alguno detrás mío que me quisiera comer los pies, y continuó: -Además, esos no son los peores, los peores son aquellos de allá- y me señala el extremo más alejado de la habitación, y allá a lo lejos, veo otras aletas pequeñas de color más oscuro, pero inmediatamente veo otra aleta gigantesca, de más de un metro y con horror, logro discernir a mi prima Ade justo delante , metida completa en el agua y con cara de felicidad por verme. Le grito a todo pulmón: -CORRREEEEE, digo, NADAAAAAAAAA.-
Empezamos todos a tratar de alcanzar la salida en una confusión de brazos, aletas, olas y remos y cuando por fin llegamos a una especie de vestíbulo que antecedía la puerta de salida ( sí, una puerta normal de madera para ese gigantesco cuarto lleno de agua), me dice Ade que la orca es amiga de ella y que la estaba empujando hacia mí y de pronto, el remero desapareció y allí estaba Yuli, con cara de felicidad también, y en medio de aquello, logramos abrir y cerrar la puerta, dejando escapar sólo unas gotas de agua, y nos confundimos en un abrazo Ade, Yuli y yo.
Qué felicidad!
Me desperté sonriendo de oreja a oreja.
Lo dicho: un sueño feliz.
No hay nada como LA SIESTA. Olé.