De entre el montón de cosas y de personas que me inspiran ternura en esta vida, quiero hablar de los travestis.
La primera vez que ví un travesti actuando fué a principios de los años 90, cuando regresé de Barcelona para una breve visita a Cuba. En un local de la esquina, cada noche, se presentaban uno o dos de ellos cantando canciones de mujeres , vibrantes, apasionadas.
Y se hacía de pronto la magia y dejaba una de preguntarse donde se metían el miembro viril, para pasar a admirar el arte y el carisma conque se presentaban, puro fuego y pasión, ante nuestros ojos.
Y se hacía la ternura en mí, la ternura por esos hombres con alma de mujer y ansias de mujer insatisfechas hasta el momento en que estallaban, felices, en el escenario, y de pronto, aquellas canciones que antes ni oía, por cursi, se convertían en fruto de admiración cuando ellos las interpretaban con todo fuego, corazón y vida.
Como unas reinas de ensueño. Bellas, hermosas, vivas.
Y como reinas las admiré cada noche y como reinas las sigo admirando, de la misma forma que quieren ellas ser sentidas, después de que, capa sobre capa, se crean nalgas que no había, labios de mujer, piernas torneadas, busto llamativo y ojos de pasión.
Y cuando acaba la noche y se terminan los minutos escasos en que estuvieron vivas, vuelven las reinas a ser tristes hombres que se van del local con un maletín en el hombro que esconde toda la belleza que fueron capaces de dar .
Y se van, como cada día, a darle un beso al amado hombre que los espera, rota la magia, en algún lugar. A ser felices también, pero añorando el momento de la próxima presentación, de la próxima entrega. Añorando el ínfimo momento en que fueron la mujer mas bella del mundo.
La mujer.
Mujer de lentejuelas.
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Y me solté el cabello
me vestí de reina
me puse tacones
me pinté y era bella.
PD: Este post fué inspirado por una canción de Gloria Trevi, cantante que ni conocía hasta que oí, en la radio de mi taxi, esta canción: